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4. “Cielo y Tierra determinan la dirección”

Publicado el Martes, 10 Septiembre 2013
Última actualización en Lunes, 29 Septiembre 2014

La unión de lo Creativo y lo Receptivo

Hex11Cuando la Tierra se abre hacia el Cielo, la energía Creativa penetra en el interior del Elemento Tierra, es decir, en el núcleo del planeta y en el fuero interno de cada uno de sus habitantes. Las condiciones espacio-temporales que se crean de esta manera, se describen en el hexagrama formado por los trigramas Cielo (abajo) y Tierra (arriba). La imagen muestra que, al abrirse el trigrama Tierra hacia el Cielo, las líneas continuas del trigrama Cielo que representan la energía Creativa penetran a través de la apertura del trigrama Tierra y se colocan por debajo de éste.

Se forma así el hexagrama que representa la dinámica del principio Yin-Yang. Las fuerzas Yin y Yang se unen en íntima armonía y forman un hexagrama (nº 11) llamado La Paz.
En él I Ching dice: “El Cielo se coloca por debajo de la Tierra. De ello emana paz y bendición para todos los seres. (…) En el mundo humano se trata de una época de concordia social. En lo interior, en el centro, se halla lo luminoso; lo oscuro está afuera. Así lo luminoso (lo Creativo) actúa con vigor y lo oscuro (lo Receptivo) se muestra transigente. De este modo ambas partes obtienen lo que les corresponde.”

Cielo y Tierra se unen: la imagen de La Paz.
Así reparte y completa el soberano
el curso de cielo y tierra,
fomenta y ordena los dones de cielo y tierra,
con lo cual asiste al pueblo.

Si lo Receptivo quisiera avanzar por sí mismo…

En el hexagrama nº 2: Lo Receptivo (ver p. 480), I Ching hace la siguiente observación: “Al entregarse y seguir a lo Creativo, uno alcanza la posición duradera que le cuadra. Si lo Receptivo quisiera avanzar por sí mismo, se desviaría de su índole natural y perdería el camino.”
Perdemos el camino si la falta de tiempo, sosiego y atención impide que nos conectemos con lo Creativo en nuestro interior. Entonces, la condición receptiva de nuestro ser hace que nos dirijamos hacia el exterior para encontrar las directrices de nuestra conducta. Las directrices que ofrece el mundo externo se determinan, sin embargo, por deseos, exigencias y necesidades que se basan a menudo en intereses y criterios temporales y especulativos en vez de fundarse en los valores duraderos y fiables de nuestro ser espiritual.
Según la sabiduría del Tao, la salud depende del equilibrio Espíritu-Mente-Cuerpo. El espíritu es el gobernador de la vida, la mente es la fuerza transformadora de la vida, el cuerpo es el templo de la vida. El clásico Wen Tse (siglo I a.C.) establece la siguiente regla para mantener el equilibrio Espíritu-Mente-Cuerpo: “El desequilibrio de uno de ellos daña a los tres. Cuando el espíritu asume el mando, el cuerpo lo sigue de forma natural y esta disposición beneficia a los tres. Cuando el cuerpo dirige, el espíritu lo sigue y eso daña a los tres.”
Los valores del espíritu humano los conocemos y reconocemos en nuestro fuero interno. Son los valores del amor incondicional y del sentido de la justicia y estos valores se nutren de las influencias de lo Creativo del Cielo. Por eso, en la medida que nos dejamos dirigir por los criterios interesados del “mundo que nos toca vivir” en vez de guiarnos por las directrices que surgen de nuestro fuero interno, creamos un mundo inhumano que produce conflictos en nuestro interior y en nuestro entorno.

Las fuerzas de la naturaleza representan las fuerzas inmutables, y por tanto fiables, del orden universal. Por eso, los consejos que I Ching da en los hexagramas que hemos visto en el artículo anterior, constituyen los fundamentos para adquirir y renovar el equilibrio interior imprescindible para mantener una conexión fluida con la fuerza de lo Creativo en nuestro interior y percibir en todo momento las indicaciones de esta fuerza inspiradora.
Escuchándonos con sinceridad interior discernimos lo justo de lo injusto, discernimos lo humano de lo inhumano, discernimos lo bueno (lo vital) de lo malo (lo destructivo), etc. Tenemos esta capacidad gracias al código de normas universales que posee cualquier ser vivo en su interior. Igual que el ADN del ser humano establece la fisiología de nuestro cuerpo, este código genético establece el funcionamiento de nuestro espíritu.
El ser humano tiene libre albedrío por lo que cada persona posee la libertad, bien de escucharse o de hacer caso omiso a los valores eternos y fiables que conoce por naturaleza. A menudo, los criterios interesados del mundo nos obligan de una u otra forma a olvidarnos de nuestros valores espirituales por lo que los seres humanos somos probablemente la única especie capaz de no respetar su naturaleza y obviar las directrices de lo Creativo del Cielo.

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