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La función reguladora de comprometerse (Linfa)

Publicado el Martes, 12 Febrero 2013
Última actualización en Miércoles, 18 Marzo 2020

¿Qué ocurre si no recogemos nuestros valores íntimos?

Han sido muchos siglos de lucha para superar la dinámica dirigida a la explotación del pueblo. La injusticia, los conflictos, las luchas y las guerras han llevado por fin a un sistema democrático que busca la libertad, la defensa de los derechos humanos y el estado del bienestar para garantizar la justicia social, la dignidad humana y el desarrollo de la humanidad.
Pero el poder corrompe, también el poder democrático. Por eso se repite la misma historia de siempre: el sistema económico entra en crisis, el poder político intenta salvar al sistema y el pueblo lo paga. En vez de preguntarse por qué este sistema está en crisis, el poder opina que el pueblo debe “lógicamente” retroceder en sus aspiraciones de justicia social (cuya falta es, según el principio Yin-Yang, la causa principal de cualquier crisis económica).
La situación que estamos viviendo, muestra un paralelismo sorprendente con lo que ocurre, por ejemplo, en un brazo cuando la linfa no puede retirar las fracciones proteicas debido a la extirpación de una parte del sistema linfático. La crisis ha sacado a la luz muchísimas anomalías del sistema haciendo que nos estemos dando cuenta de la magnitud del embrollo. Así, nos enteramos de cómo la Administración Pública (sistema sanguíneo) ha estado desperdiciando el bien común y perdiendo su liquidez. Asimismo nos estamos enterando de las enormes cantidades de “líquidos de repuesto” que están en paraísos fiscales y dando vueltas en la Bolsa, dejando al pueblo sin trabajo, sin cobijo y sin oportunidades de dedicarse a sus funciones en la sociedad.
En vez de justicia, riqueza y bienestar, la democracia parece haber traído la merma de valores. Pero esto no se debe a la democracia sino a los residuos de los sistemas autoritarios y dictatoriales de antaño, junto con la influencia omnipotente del sistema piramidal impuesto por el gran capital que gobierna el mundo en la sombra. La democracia es aún muy joven e insegura de sí misma, mientras que los viejos sistemas son muy experimentados y prepotentes por lo que aparentan seguridad (hasta que comprendamos que el poder mismo es el responsable del estado lamentable del mundo).

Para hacer crecer al sistema democrático, todos necesitamos que la “linfa” ejerza su función, tanto los directivos y ejecutivos como el pueblo.
En general el poder, tanto el poder del ego, como el poder económico y el poder gubernamental buscan sus valores y criterios en los Elementos Fuego y Metal. Es decir, toman sus decisiones basándose en racionalizaciones mentales (Fuego) para cambiar las circunstancias materiales (Metal) a fin de favorecer determinados intereses particulares. En vez de reconocer que las circunstancias son, por definición, cambiantes y que por eso perdemos el rumbo siempre que intentemos manipular la situación y tomemos las predicciones al respecto como boyas luminosas en el camino o como faros que marcan la dirección a tomar.
Además, debido a la jerarquía del poder, la clase directiva tiende a mandar en vez de gobernar guiada por las cualidades del Elemento Agua, basándose en los valores y criterios humanos. Y el poder ejecutivo tiende a exigir y negociar en vez de administrar el bien común incondicional e imparcialmente.
Por eso, a pesar de vivir en una democracia, en todos los ámbitos laborales de la sociedad sigue existiendo un porcentaje muy alto de personas convencidas de tener que reservar sus cualidades humanas para la vida privada, esforzándose en la vida laboral y pública por adaptarse al orden establecido por el poder del dinero y de la mente calculadora, aunque no estén de acuerdo con los procedimientos autoritarios, burocráticos, injustos, humillantes, peligrosos o inhumanos, y aunque se ahoguen, se agobien, se estresen y enfermen debido a sentirse obligadas a actuar de dicho modo indigno e indignante.

Sombra del poder

La sombra del poder hace que desaprovechemos nuestras potencialidades en el ámbito de las cualidades benefeciosas de los Elementos Agua y Madera. Por eso, en muchos tipos de trabajo es imposible desarrollar el potencial de sinceridad, atención, compromiso, eficacia, creatividad y capacidad de renovación que cada ser humano posee por naturaleza, por lo que se impide que aportemos nuestro potencial productivo a la sociedad.
Solemos pensar que no está en nuestra mano cambiar las cosas, pero la fisiología de la nutrición celular enseña todo lo contrario. Debido a las estructuras jerárquicas del poder, nuestra capacidad de autodeterminación es muy limitada y hemos aprendido a no morder “la mano que nos da de comer”. Pero siendo imparcial, incluso esta “mano” debe reconocer que posee dinero gracias al trabajo del pueblo y que debe su poder a la confianza y la sumisión del pueblo. Si la clase dirigente bajara de su pedestal, reconociendo que necesita conocer la visión y confiar en la experiencia de los profesionales que realizan determinado trabajo, descubriría una realidad muy diferente a la que se imagina.
La fisiología enseña claramente que sólo la linfa puede hacer que la sangre no pierda liquidez, que los líquidos corporales se drenen y se reponga el componente líquido del sistema sanguíneo, y que las células reciban el plasma nutritivo que necesitan para ejercer sus funciones. El funcionamiento del sistema linfático enseña que sólo entonces se crean las condiciones en las que cada célula, cada tejido, cada órgano y cada sistema pueden dedicarse a su función en el organismo. Si existiera dicha dinámica en nuestra sociedad, todos nos beneficiaríamos del trabajo de los demás, tanto la clase dirigente como los órganos del eje horizontal que mantienen la vitalidad del conjunto de la comunidad en cuestión.

Creo que estamos dándonos cada vez más cuenta de que nadie tiene más derechos que otros, que todos necesitamos a todos y que, en lo fundamental, todos somos iguales y todos tenemos las mismas necesidades elementales. Cada vez más personas reconocen los mecanismos naturales que la fisiología enseña. Y cada vez más personas se dan cuenta de que para ser un buen gobernante y directivo hay que saber escuchar, dar libertad y responsabilidad a los profesionales y consultar a las personas que realizan el trabajo. Asimismo, está demostrado que para no cansarse y para incrementar la calidad de los productos hay que hacer el trabajo por amor, que para mejorar la eficacia hay que empezar por respetar la dignidad humana y que para ser verdaderamente “competitivo” hay que cooperar.
Siendo humanos, lo natural es que seamos capaces de liberarnos de los criterios inhumanos y costumbres corruptas que los sistemas del poder imponen. Para ello “sólo” hay que estimular el “sistema linfático”, reconociendo y rescatando nuestros valores íntimos, aprendiendo a valorarlos y defenderlos cada vez mejor. Cuando tomamos cartas en el asunto, reconocemos los criterios valiosos (aminoácidos), investigamos los factores perniciosos (bacterias nocivas) y formamos herramientas (proteínas) para afrontar la vida y sus dificultades, igual que el sistema linfático. E igual que este sistema fisiológico, nosotros “vertemos los aminoácidos y proteínas en el sistema venoso” para compartirlos y administrarlos en la sociedad mediante el sistema “sanguíneo” (amor y conciencia).

Para defender la dignidad humana es muy instructivo observar lo que hace el sistema defensivo adquirido, ubicado en los ganglios linfáticos donde se investigan las sustancias y los microorganismos desconocidos que la linfa ha traído del medio interno.
La fisiología enseña que las células linfáticas (linfocitos B y T) desarrollan un sistema de defensa totalmente “personalizado” y altamente efectivo basado en los aminoácidos, ya que los denominados “anticuerpos” son proteínas. Dichos linfocitos investigan microorganismos que no han visto nunca antes, y tienen la capacidad de construir estructuras específicas de aminoácidos para combatir con éxito a un determinado tipo de bacteria, dentro de la increíble cantidad de diferentes tipos de posibles factores nocivos y agentes perjudiciales que pueden invadir el cuerpo.
Si en nuestro cuerpo hay células que saben sanar el organismo basándose en los veinte aminoácidos que son formados por las sustancias elementales de la vida terrestre, y éstas corresponden a los valores humanos elementales, nosotros podemos hacerlo también. Y no es difícil imaginarse que basándonos solamente en los veinte valores elementales, se puede efectivamente combatir con éxito los factores nocivos y los agentes perjudiciales que han invadido la sociedad humana.

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Comentarios   

 
#1 Fran Cantó 08-01-2014 08:32
Querida Mariam, enhorabuena por este enriquecedor trabajo. Queda claro que la crisis en la que vivimos sumidos es de valores. Un beso
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