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¿A quiénes me dirijo?


Por medio de esta web, me dirijo a todo aquel que se interesa por la vida humana y le preocupa el curso del mundo. Aunque muchas veces he decidido dejar de querer cambiar el mundo, al parecer, no puedo evitarlo. He conseguido dejar de intentarlo desde fuera, pero es como si ahora volviera a intentarlo desde dentro, desde dentro de las personas interesadas en la dinámica vital que anhelan realizar su verdadero ser en este mundo.

Me intriga cómo funciona la vida y me siento empujada a compartir lo que he aprendido de ella gracias a los consejos del I Ching. Sobre todo después de haberme dado cuenta de que los principios vitales de dicha obra milenaria concuerdan con la dinámica descrita por la fisiología, bioquímica y física actuales.
Como enseña la obra milenaria I Ching, nuestro sentir nos conecta con las normas y criterios de las leyes universales a las que la vida está sujeta. Guiándonos por nuestro sincero sentir conectamos con la Inteligencia de la Vida que obra en el interior de cada ser vivo. Sin embargo, la sensibilidad del ser humano se deteriora debido a su vulnerabilidad e inseguridad existencial.
Cuanto más vulnerables e inseguros nos sentimos, menos confianza tenemos en la validez de nuestros sentimientos íntimos y más nos apoyamos en los criterios que hemos aprendido en un mundo que se rige por criterios interesados de la mente. Pero siempre que los criterios mentales prevalecen sobre los criterios del corazón, creamos un mundo injusto por lo que nos desequilibramos emocionalmente.

El mundo injusto en el que vivimos nos hace pensar que la vida es injusta, pero la vida que llevamos es un reflejo de las injusticias que cometemos dejándonos guiar por las razones y los deseos de una mente limitada. Las razones mentales y los deseos egoístas hacen que reprimamos las razones del corazón, tachando cualquier criterio que surge de los sentimientos íntimos de “sinrazón” o de “utopía inalcanzable”.
No obstante, para nuestro mal y para nuestra vergüenza sufrimos así las consecuencias de la osadía y prepotencia de nuestros razonamientos y justificaciones mentales. En vez de utilizar nuestra capacidad mental para tomar conciencia de las leyes universales de la naturaleza, pretendemos someter la naturaleza a deseos particulares y criterios cortoplacistas.
Actuando así, sufrimos las consecuencias de infringir las leyes a las que la vida está sujeta, en vez de tomar conciencia de las normas y criterios de estas leyes. Muchas reticencias dificultan que nos demos cuenta de la fiabilidad de las razones de nuestro corazón. Descubrir que éstas se inspiran en la sabiduría de lo Creativo que obra en nuestro interior, y comprobar que las razones del corazón sí son fiables es una dicha…

 

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